jueves, 13 de agosto de 2015

Llanto de colibrí



El tlatoani
ha sido poseído;
lo han neuroprogramado
las confusiones a la moda
de la alquimia inversa,
que son fetiches,
abarrotadas coartadas
evitando el asombro crudo -porque
nos enseñan a sumar y restar, pero
no a paladear lo insoportable,
ni a que el terror de lo bello
haga del pecho flor, resignándose
a la más grande fortuna-.

Y
el mariachi loco quiere bailar -que no
le queda de otra-
sobre la ráfaga dilatada,
patrocinada, 
por tres tristes Tony Montanas
de fayuca express -porque nos adiestramos
a deletrear frenología y
a subastar la calma de las brujas enredadas en sí, pero no
a disolvernos en el alcance del oído,
ni a que tanta fragilidad es solo,
solo indicio de tan tersa inmensidad.