lunes, 16 de diciembre de 2013

uncertainty



Certain that certain
eyelashes flutter
the entire history of an era,

I've walked these streets,
fearless, regardless
of the so-called state
of affairs.

For I am a poet;
one who is not stalling,
or stalking the skies
to open; merely
a beast
with a tongue,
certain
that my true name
is milk,
spellbound
by the dumbfounding
glitter of awe,

certain
that certain
eyelashes flutter
the entire history

of an era.




lunes, 2 de diciembre de 2013

you



What was once
unblemished,
is now

a heart-shaped stain
in god's eye,
while she fondles
herself;

and you,
darling,
are but her
softest, sweetest
sigh.



viernes, 29 de noviembre de 2013

Photon.


Sure,
we were flying
in space (or was it
"floating", or
was it "falling"?).
Sure,
we thought
we knew what was meant by


"space"

   
          -even as the spectrum
           of mind
           gangbanged time
           impregnating the collision of particles,
           on and
           on,
           with particular textures
           seldom
           recognized as bright
           dreams, rainforest dewdrops
           &
           shooting stars, all
           feverish
           at the seams,
           giggling on the edge of
           a champagne lotus,
           staring back
           at the sun
           beams of crisp stripper
           sweat; ice
           at the bottom
           of a glass, melting
           into clouds upon lips upon lips upon
           dispersing
         


blue.

Sure,
we were flying
in space (or was it
"floating, or
 was it "falling without end"?).




lunes, 23 de septiembre de 2013

de pasadita



Eres el fantasma de tu propia hambre;
el spam de algo llamado cabeza.
Eres amatista hi-fi en el fondo de algún mar;
el fulgor de un mañana que canceló de última hora.
Eres la canija claridad que sigue a los temblores;
una sonorámica cachetada sin código de barras.
Eres lo que diga el doctor;
un casi casi y ya merito.




miércoles, 4 de septiembre de 2013

ruleta rusa



Jugué ruleta rusa
con los posibles brillos de su
mirada; los
gajos de su iris
girando, cargados
de balas expansivas. (La
brecha entre el zumbido de mi cierre y, y, y, y
y el párpado vulva celestial
queda
desnuda; es decir
que
la composición química de la saliva dibuja
un laberinto paleolítico casi
real. Diamantina amatista, carnívoro
pétalo de luz eriza
y los coros de perras
ladrando sin collar y sin
motivos. Y
algo de la palabra "amniótico" recuerda al azul,
casi
total). Ya no
sabemos quién dispara, pero
resucito cuál
sol de fayuca, mandala sobre un nopal
--por aquello de que Osiris conlleva al iris; es
elemental--, transitando
entre el cerquitas y el aí
nomás. Occidente,
ese negro hondo de la pupila, tan
azul como el azul donde
los astronautas pierden
la razón, y los
chemos buscan
la nostalgia de un vientre. Materia
oscura, materia
negativa, el sin
fin de la pupila. Y el girar del revolver,
batidora de tormentas confeti astroplus. Arroja,
las pupilas como puntos a conectar
en fichas de dominó sobre la pista para bailar. Nunca
me alcanza para apostar
así. Así,
ahí, así, así,
así, no estoy dispuesto a contar,
a sumar y restar, así,
me juego la tirada
desprovisto de estrategia:
a puro bluff,
y chiste de charlatán.


jueves, 15 de agosto de 2013

Los votos del bodhisattva (especulaciones torno a la liberación del DMT en el cerebro durante el proceso de muerte)





Thump taaahd tss
tum tum tss tpakk,
el break
beat
hace de las suyas, mientras
el tiempo casi
pide perdón. Pero
naaaaaah; no todavía. Algo se
me dijo entre sueños; qué jalada--entiendo--comoquiera
lo onírico persiste
y recurre
cada
noche, y
las dulzuras en corsé, coreando las groserías de un buda de gomitas,
gatilleando al trópico de aquello llamado cerebro, las
pantaletas, bocas, miradas moliendo el engranaje de supuestos, la
modulación exacta del bostezo.
Ni es cierto
que hablando se entiende
la gente. Ni porque el scratch caiga
en el cuarto beat. Hablándoles
me entiendo, acaso; entre injurias
voy pegando piezas. Digo
cada cual me ha otorgado una voz,
otro modo de contar-me,
(mi madre me meció mientras yo
sollozaba toda esa noche con la infección en los oídos)
relatar la historia de mis días,
(mi abuela--ahora sin memoria e insistiendo en que debe salir por cigarros--
me regaló esa primera libreta)
de mi tránsito,
(los mixtapes que en la secundaria le grabé a mis novias)
de mis tristes virtudes y voraces defectos,
(sí, he pagado, dinero que que he ganado escribiendo, por coger)
de mis afectos,
(me confesé con una vagabunda del otro lado de la tina),
de mis deseos--si acaso son míos, y no yo
el objeto de su juego--. Entre la cadencia
de sus ternuras y terrores he visto mi vida parpadear. Como foco
vacilando en falso
en el súper, en el pasillo de bebidas. Entre sus consuelos
y tiranías he ubicado que soy hombre,
solo un hombre, solo
el que ellas han hecho,
moldeado sin querer, con el
borde de sus lenguas, el tiroteo de las palabras y aspiraciones,
bajo el amanecer de incontables muecas, curveando
el pulso de mis apetitos
con la reverberación de algún bramido--con delay
sonidero, por
favorrrrrrrrrr--. Y si acaso
su ferocidad me ha llevado al escondite,
despabila, y sus lágrimas han cortado e infectado
años de mis años, el brío
de sus risas me acompaña, cuando ni lo pido
y son refugio de mi angustias--aquellas cuyo nombre
se me escapa--. Quizás
justo antes de morir, mis ojos se cierren
y no sé tú, pero
yo veré culos,
bailando
en tangas fluorescentes, perreando
bajo
un sol que huele a cerezas. Esos
culos
se sacuden y rebotan, y giran entre el delicado vaho del sudor-vida. Y
las caderas retumban con la brutal fuerza de un gozo
casi tan preciso como incontenible. Vida. Vida mía. Mi vida. Y
sonará, como flor en eclosión
despedazando a colores el sonsonete torpe del cálculo: la voz de Ella,
de Rihanna, de María
Magdalena, Billie, Nina, Celia, y Toña
la Negra y Olga, Delilah y Whitney
declamando que todo--y
cuando ellas dicen "todo" es que es TODO--es mentira. Y
si en ese instante la veo a ella--y sé que será ella, y que ella sabe que es ella, cuando digo ella,
aunque el vértigo la muerda los huesos con sus cuentos de Laura en América--; ella volteará su rostro,
dibujando una sonrisa con labial rosa piruja. Y
entonces, no habrá el sesgo de lo imposible. Solo
entonces, solo,
lo que dura la curva del labio de su amor. Y
de ser así, yo volveré a nacer, a condición
solo
de que lo haga inconfundiblemente, irrefutablemente convencido
de que se vive
solo una vez, y
que la muerte
es
definitiva, tanto
como es total.


jueves, 18 de julio de 2013

el clutch


yo era un Lincoln plateado
tú, una incógnita variable
entre lo inefable y lo hiperpalpable. y
te gusta la gasolina y
la geometría de aquello
que llamas espacio. (ahí
donde brota el contorno indeciso del caracol, la orilla
de tu labio encandilado, el ojo
de la mariposa). Aquel asombro soluble
en esta espesa leche,
cuyas convenciones de la época y los mapas
de evaporación denominan tiempo.

          -tiempo sin vernos
          -tiempo que pasó
                     -que pasé pensando en ti
                                    -pensando en ahora
                                                        -ahorita
                                                        -ahoritita.

mamita. huella de las llantas sobre el pavimento
fresco, candor de luna burlona,
el vaso de tu voz, cristal
quebrado, cortadas que no conocen el mertiolate. Mientras
te muerdes la mano
hecha un nudo,
       
          -dale
dices
          -dale
dices
          -papi
me dices.

yo era un Lincoln plateado
tú un código variable,
entre lo irresoluble y lo hiperpaladeable. Destartalado
brío de caderas fuera de cautiverio. Asientos de piel. Y el verbo
hecho criptograma de una lengua luz,
saliva diamantina. Y sé
que te gusta la gasolina.
Ese químico vapor que todo lo
ilumina. Mi camino lo rondo
con parabrisas roto y
las casetas me hacen los mandados,
la carretera sigue
y yo tengo el pie pesado.



martes, 18 de junio de 2013

Síntomas de una época: el Diagnóstico

De mi columna en PijamaSurf, esta reflexión sobre el sesgo del diagnóstico psiquiátrico...


La salvación no me interesa. Ni la propia ni la ajena. A lo más, puedo decir que me gustaría evitar el sufrimiento propio y de quienes me importan. Por mera probabilidad asumo que entre menos crueldad haya en el mundo, menos probable es que me toque a mí o a quienes quiero. Comoquiera, a ratos me pregunto si hay algo en el sufrimiento ajeno que produzca un retorcido consuelo. Como si por mera substracción me considere librado de ese sufrimiento que padece el otro, al menos por ese momento. Es estúpido, sí, pero muy poco de mi cerebro humano funciona estrictamente de acuerdo a la razón. Quizás sea por irracional que la salvación no me interesa. Quizás no.
El DSM-V, además de ser muy útil para cualquier escritor a la hora de diseñar personajes, se usa como guía para realizar diagnósticos psiquiátricos. En otras palabras, este Manual Estadístico y de Diagnóstico de Desórdenes Mentales, se considera una autoridad a la hora de evaluar la conducta y determinar el estatus de la sanidad mental de alguien. Veinte años después del manual previo, el DSM-IV, esta versión enchulada presenta todo un arcoíris de nuevas patologías y síntomas. También ha modificado, de modo muy sensato, cabe señalar, algunas categorías y criterios de diagnóstico. Sin embargo, es, en cierto sentido, la nueva moneda de la salvación. La salud mental se considera desde muchos ángulos la medida de la felicidad y del modo adecuado de estar en el mundo. Por ello, no sobra preguntar cuánto de la psiquiatría no será también un intento por consolarse con el sufrimiento ajeno. ¿Acaso la locura ajena es indicador de la sanidad propia? Resulta evidente que no, pero eso no quita relevancia a la pregunta.

¿Pero sino por las conductas bizarras de otros, qué es la locura? ¿Es una distorsión de la mente ante la realidad (y alguien sea tan amable de definir “realidad”)?; ¿o será, tan solo, una interpretación de la conducta según cierta sociedad humana? El primer caso se basa en la claridad de la cognición, y supone distinguir los hechos de la especulación. El segundo caso, en cambio, si bien incluye estas variantes, inserta también una cosmovisión: una versión del mundo y del humano. La pregunta es, entonces: ¿existe tal cosa como la locura fuera de la sociedad humana? Y es una pregunta boba, como un koan Zen pintado en un cuadro chic en el baño de un café. Resulta de poco provecho preguntarse sobre la esencia absoluta de cualquier concepto. Digo, ni que estuviésemos por fuera o por encima de nuestras vidas.
Por ello es mejor contemplar algo relativo, como, por ejemplo aquella novela de Ken Kesey One Flew Over the Cuckoo’s Nest, también conocida en español como Atrapados sin salida.Y no hace falta ser maestro Zen para deducir que me refiero a la película (1975) y no al libro (1959). En la cinta, Jack Nicholson actúa como Randle Patrick McMurphy,  un tipo que se hace pasar por “loco” para se admitido a un psiquiátrico, con tal de evitar ir a prisión por estupro. Por más peculiar que pueda parecer su personaje, resulta, más bien, un tipo mañoso que, digamos, alguien dado a conversar con sus heces a la entrada del palacio de gobierno (cosa que además seguro ya es un performance de arte conceptual en algún sitio). La trama se enreda y McMurphy, más por la antipatía de una enfermera y los médicos que, acaso, por falta de sentido común, termina con una lobotomía. No importó, jamás, si estaba o no loco, el mero hecho de estar en un psiquiátrico bastó para que se le diagnosticara, medicara y operara.


En 1973 David Rosenhan elaboró un experimento, no solo una ficción torno a este fenómeno, intitulado: On Being Sane in Insane Places. Él y 7 colaboradores simularon tener alucinaciones auditivas para ser ingresados a distintos institutos psiquiátricos. Seguro existen mejores maneras de pasar el verano que en un psiquiátrico por convicción, pero Rosenhan quiso establecer un sesgo de confirmación dentro del diagnóstico psiquiátrico. Es decir: si estás internado en un psiquiátrico (contexto) es prácticamente imposible que no crean que estás loco. Rosenhan y sus colaboradores tenían la instrucción de, primero decir que escuchaban una y otra vez la palabra “thud” [ruido sordo], para luego, al ser admitidos, dejar toda simulación y conducirse como lo harían normalmente, indicando al staff que ya no escuchaban esa voz. La mayoría estuvieron internados, sin poder salir, alrededor de 20 días. Solo fueron liberados bajo la obligación de aceptar su diagnóstico (esquizofrenia) y de continuar tomando el medicamento. Rosenhan publicó sus resultados, describiendo, en algunos casos, el maltrato que recibían algunos pacientes por parte de los empleados del hospital.
El experimento demostraba algo terrible: el diagnóstico cancela la credibilidad. Es decir, quien es ingresado a un psiquiátrico pierde el peso de su propia palabra —aunque se trate con sus impresiones y vivencias personales y subjetivas—.  La APA (American Psychiatric Association) puso el grito en el cielo; ofendidos, quisieron invalidar, también, el experimento de Rosenhan. Se quejaron sobre sus métodos y sobre la falta de ética en su experimento, pero no pudieron invalidar los resultados, ya para entonces públicos. El director de un psiquiátrico lo retó a enviar, durante tres meses, falsos pacientes, a fin de que pudiesen demostrar su capacidad de diagnóstico. Rosenhan, por supuesto, aceptó el desafío. Pasado el plazo, el director de dicho hospital declaró, con jactancia, que habían detectado a 41 impostores. Rosenhan, tranquilamente le aclaró que jamás envío a una sola persona. Ouch. Rosenhan – 2 – infalibilidad del diagnóstico psiquiátrico – 0.
No estoy por avocar contra la psiquiatría o de sus fármacos –ni que fuera Tom Cruise en Oprah a punto de demostrar cuánto necesita un Risperdal—. He sido testigo de los beneficios de las intervenciones químicas y de los tratamientos psiquiátricos. Mejor aún si se acompañan con alguna forma de terapia o análisis, son de gran utilidad y alivio. Lejos de estar contra de cualquier avance de la ciencia, pienso que la psiquiatría necesita apegarse más al método científico. En este sentido requiere estar dispuesta a cuestionar el sesgo de confirmación que puede generar el método diagnóstico al que recurren, tanto como cuestionar la relación que existe entre la industria farmacéutica y manuales como el DSM-V. A la par, nosotros podemos indagar sobre el uso popular de términos clínicos y la facilidad con que psicopatologizamos nuestras conductas (o las ajenas). Ahora resulta que toda repetición es TOC y que toda distracción es ADD, o que un gesto de introversión es ya alguna suerte de autismo. Pero que sea una reflexión sin alarmismos, paranoias, conspiraciones o purismos chafas (que muy rara vez son otra cosa que un intento por mostrar alguna forma de superioridad moral, para estar por encima o por fuera de una situación). Solo ciencia para el progreso, para el alivio, en este caso, de los padecimientos mentales. Sálvese quien pueda. Sálvese quien quiera.


martes, 21 de mayo de 2013

Nota práctica sobre el aburrimiento




A muchos les resulta una gran ofensa que les llamen “aburridos”. Y en general procuramos no serlo en un afán por entretener a los demás, al punto de perdernos o traicionar alguna realidad fundamental de nosotros mismos. Prácticamente llegamos a negar nuestro sentir a cambio de que jamás se nos perciba como aburridos. Lo peor del caso, es que de todos modos no lograremos ser tan entretenidos, audaces, intrigantes, obscenos como la avidez por el entretenimiento exige.

No es solo un patrón de conducta, donde elaboramos modos de vida y formas de interactuar que eviten que se nos considere “aburridos” por una fracción de un solo segundo. Sino que incluso pareciese que elaboramos discursos y tretas en nuestras cabezas para mantenernos entretenidos con alguna trama sobre quiénes somos. Brotan intrigas y todo tipo de catástrofes en el tren de nuestro pensamiento, con tal de no estar, sencillamente, con lo que sea que sí esté sucediendo.

¿Porqué tal pánico ante el aburrimiento? ¿Será que tememos que la quietud sea lo mismo que la muerte? ¿Será una angustia a desaparecer si no existen estos puntos de referencia tan dramáticos para el Yo? Pareciese que fuese una suerte de pecado posmoderno eso de aburrirse. Como si el nuevo superego ahora demanda: ¡no debes aburrirte jamás! (Aunque hay que admitir cierta sabiduría en el asunto, porque sí hay cosas que nomás son insípidas, y no más).

Chogyam Trungpa, en su libro ‘El Mito de la Libertad’, elucida un poco sobre el aburrimiento en relación a la práctica de la meditación y la vida diaria. Habla sobre las formas que adopta el aburrimiento. Una de ellas como una ansiedad existencial que exige entretenimiento constante—me recuerda a las letras de ‘Smells like Teen Spirit’ de Nirvana: Here we are now, entertain us—. La segunda forma del aburrimiento es una suerte de agresión contra lo que vivimos, un constante reclamo, ante una completa falta de aceptación de la situación. Y no se trata de resignarse, claro; pero incluso cambiar una situación requiere primero su aceptación tal cual.

Finalmente habla de una forma de aburrimiento que él asocia con la práctica de la meditación. Lo denomina “aburrimiento cool”, y lo considera algo completamente refrescante. Meditar mucho y seguido, en efecto resulta muy aburrido, o acaso extraño a ratos. No pasa nada. No hay luces o canalizaciones o efectos especiales. Solo estás tú y tu mente tal y como va, sin aditivos. Así comienza también a surgir un aburrimiento ante los reiterativos ciclos de pensamiento de la mente, y todas sus jugosas tramas para involucrarse. Así, al cultivarse el aburrimiento ante el sufrimiento y sus causas, comienza a ser posible la libertad. ¿Quién diría que el aburrimiento, y no la verdad, nos hará libres?




jueves, 16 de mayo de 2013

the last bits


softer than a lullaby,
more ricochet than a drive-by.
wait, don't move,
keep your shooting star
on stand by. drink
the substance (w)hole
of dreams, straight up
no allibi. As i
recodify the language,
broken
down in thought,
to amplify
the reverberation of your thorn-
glazed heart, beat by
beat. these riddles
for your mind,
lyrics lost
in time, set loose
on the street. and through the concrete
jungle of a maze, the violence
clenched teeth, the blurring
haze
of history gone sour. we leave
but a trace
of our clear velvet hour.
for we've already
been assured destruction --mutually
or not.
we need no further instruction,
merely to give up
the last bits
of i
surrender. my oh my,
let her hips take over
-shift gears pretty mamma.
it's all in a day,
from play to play.
let her lips take over
-a rainstorm
to misinform
distorted cognitions
of days to come. and cum
we do. and cum we
do. and off
we go. and take her
hand,
the moon, and only
she
might barely
under-stand.

miércoles, 10 de abril de 2013

Síndrome de Estocolmo

Recién publicado en PijamaSurf, en mi columna 'Síntomas de una Época':


Las películas de John Waters son perversamente entretenidas.  Tienden a llevar las cosas a sus últimas consecuencias; son escatológicas hasta lo absurdo. En tales cintas resulta fascinante ver lo lógico que es lo absurdo: lo consecuente que resulta. Pensemos, por ejemplo, en A Dirty Shame (2004), donde toda la población de un pueblo –que bien puede ser cualquiera— se va volviendo adicta al sexo. A tono con el torcido humor de Waters, la gota que derrama el vaso, haciendo del último habitante también un sexo-adicto, es ni más ni menos que una heces congelada de David Hasselhoff que cae desde un avión golpeando su cabeza.
John Waters tiene múltiples fetiches en sus cintas, con las cuales hace una crítica al surrealismo del sentido común. Una de sus tantas fijaciones pop, es Patty Hearst, quién ha aparecido en cinco de sus películas.  Hearst no protagoniza las cintas, sino que sale en papeles pequeños, como un ícono de los límites de la cultura americana. A Patty se le recuerda por los sucesos del 4 de febrero de 1974, cuando fue secuestrada por el SLA (Simbionese Liberation Army). El grupo pedía, a la acaudalada familia Hearst, donaciones millonarias para combatir el hambre y la pobreza en los EEUU, a cambio de la liberación de Patricia. Llegan grabaciones de Patty leyendo discursos del SLA, y meses más tarde llega un retrato de ella portando un rifle de asalto en un atraco bancario. No se veía a nadie sujetando o amenazando a la señorita Hearst, quien además ostentaba una gabardina y boina muy ad hoc para la ocasión. Por esta razón fue arrestada en septiembre de 1975, en un ataque policiaco que dejó muertos a la mayor parte del SLA.


Todo lo anterior fue un escándalo en su época. Pero dejó una estela aún mayor el juicio de Patty. Durante el juicio ella declaró haber sido abusada física y sexualmente por miembros del SLA, por lo cual no podía hacerse responsable por sus acciones. Su defensa luchó por la inocencia de Patricia Hearst, bajo el argumento de que ella actuaba como cautiva y por su supervivencia—sin malicia—. Comoquiera, Patty estuvo en la cárcel hasta febrero de 1979, y esto debido a una sentencia reducida por el entonces presidente Jimmy Carter. Años más tarde, el mero Bill Clinton ofreció un indulto a Patty, bajo la siguiente premisa: ella actuó bajo los efectos del Síndrome de Estocolmo (quizás él pudo haber argumentado lo mismo ante las acusaciones de Mónica Lewinski).
Este síndrome clasificado como un Síndrome de Estrés Post-Traumático, debe su nombre (conferido por el criminólogo sueco Nils Bejerot) a otro asalto bancario. En 1973, en Estocolmo, Suecia, un grupo tomó rehenes a cuatro empleados de un banco durante seis días. Lo peculiar fue lo siguiente: tras la captura de los asaltantes, los rehenes se portaron renuentes a declarar en su contra; declarando, incluso, que sentían más miedo de la policía que de sus captores. Los rehenes se habían terminado por identificar con sus captores. Una de las rehenes hasta se casó con uno de sus captores—eso sí es digno de un guión de John Waters—.


A primera vista tal síntoma (defender o hasta enamorarse de tus captores) parece mera demencia.  Y sí, lo es, pero también hace mucho sentido. Este síntoma se desarrolla sin querer, como un mecanismo de supervivencia. Si tu supervivencia depende de tu victimario, inadvertidamente cultivas un interés pos sus estados de ánimo o su percepción del mundo. Es para poder predecir sus reacciones y encontrar el modo de maniobrar las circunstancias a tu favor—para seguir con vida—. La víctima se ve obligada a leer los gestos, buscar evidencia en su postura, en la entonación de la voz, aprendería a reconocer la estabilidad o volatilidad de su captor. Pero bien lo sugería Nietzsche, en este aforismo que aquí saco de contexto: “Si mucho miras a un abismo, el abismo concluirá por mirar dentro de ti.”
Salvo que en el caso del Síndrome de Estocolmo quien lo padece no se convierte en abismo per se, sino que introyecta a su victimario por medio de una empatía obligada. Existe, claro está, un vínculo entre la empatía y la manipulación. Tanto por quien manipula la empatía ajena, como quien empatiza para poder así mejor manipular a alguien. La mayoría de nosotros (salvo quizás los autistas y los sociópatas) hemos desarrollado esto, en cierta medida, para sobrevivir. La infancia es evidencia de ello: de bebés, en estado pre-verbal, nuestra supervivencia dependía completamente de nuestro padres. Dependíamos del beneplácito y las muestras de afecto de unos gigantes extraños para continuar con vida. Y sin escoger quiénes son o importar sus defectos, hemos empatizado con ellos con nuestra vida de por medio.
De ahí, el salto a las esposas golpeadas o los miembros de sectas abusivas es un mero tiro de dados. Sobre-identificarse —o hasta perderse— en los estados de ánimo de otro pasa todo el tiempo, la patología, en este caso, es cuestión de grados. Lo fundamental parece ser no perder el sentir propio como punto de referencia —como ancla—. Con estas cuestiones, lo fundamental es dejar de creerse exento de sus posibles síntomas; solo así es posible desenredar, o acaso solo comprender, las tantas reacciones inconscientes que nos rigen. Pero mientras, pueden seguir por ahí creyendo que se gestaron ex-nihilo y que no tienen una líbido enmarañada con la infancia y la impotencia y los tantos grados de la empatía inadvertida. Claro, hasta que les caiga una caca congelada de David Hasselhoff en la cabeza.


martes, 26 de marzo de 2013

Spring. 2013.


oh but i've heard
you amidst the airplanes and roaming
cars droning by; you
such brave-petaled rose amidst
a bright garden, where
the crisp laughter concealed
within a perfect tear
is as evident as
the fact that sunshine awakes in the east. and
all those secret chambers
and closed-captioned interzones
of mental agitation we call i
hold no substance
when facing the heart. yes,
oh yes, all the shattered bits amount
to endless space and
infinity is
a dish best served fresh
off the vine. we are drunker
now than ever, drunk now
for this ever, drunk
on the sweat of this hard-boiled reality,
so tender at the core. this is where
the art is born; the very art that breezes with the seasons
and tides of that which cheap science tends to call life;
yet this art is clearly, in all blazing evidence, little more (if
ever such phrase could make sense, given the ineluctable immanence of fractals within fractals
without a hint of reservation or things designated to time) than her earrings,
which are the sun, and the sum of distance
from my fingers to her earlobe,
that from her hands to my gorged
sex, for a radiant giggle of constellations,
and then a storm and then another. and then
one, and that is to say i, so to speak, acts precisely
in accordance to the mutant nature
of circumstance and the tint and hue of space. and
no, we are not actors
in our lives, we do not
play the part; we merely
tear apart, at the seams of suchness, and give up
and give up on that seemingly so brilliant glitter
of the fake, and no we do not
break; we solely
rise to the occasion.
and come next morning
we pick up the mess
and gather our clothes from the laundry room.


lunes, 25 de febrero de 2013

Adios, sala de espera, adios.




Soy el niño que conoce
el abismo. Aquel que escuchó la voz
del diablo --aquel que lo pudo imaginar
en detalle blue-ray. Soy aquel
que renunció al trono; pasa
que he preferido bailar
con los desahuciados en año nuevo, y leer
las biblias sin orden. Aunque
nunca quise ver cómo se hinchaban
los pies de las niñas prostitutas
por no poderse sentar en tres días, o el sonido del bat
cuando la madrina Eloisa injuriaba a la enfermedad sobre la piel
de otro pobre imbécil. Soy
el niño que renunció a la deidad; pasa
que he preferido el aullido del corazón desnudo. Así, a secas
sin traguito de limón, sin shot de garantía. Y no,
no tengo disculpas para los derrotados. Soy
el niño que no se basta, aquel
que se pierde entre la niebla de una ciudad chueca, sin limpiaparabrisas
para sortear el camino, abrumado por los espectaculares,
pero, sobre todo, aburrido por los tanto sabores de chicle.
Y sigo; mis pasos son de elefante en baile de salón, y no hay piedra
que no sepa quitar. Porque las gaviotas me han cantado,
entonando la geometría de una ternura incalculable. Y las nubes,
en su clara vorágine, me han contado
entre los vientos que las hacen
girar. Soy el niño
que se espanta con su propia sombra nada más: el diseño de los colmillos
apenas adiestrados para nutrir a los suyos. Soy aquel combate
que es risa insaciable,
 y las fichas para esta maquinita tan prontas a agotarse. Soy el niño
cábula: mis chistes pesados muerden con ansias mi propio cerebro. Y no,
las jeringas de insulina no bastan, ni los labios de extrañas, ni los trazos
de esta pluma. Soy el niño
con más alas que tiempo; aquel que apenas entiende
que la asfixia es la apertura de un espacio antes inconcebible
haciendo su arribo triunfal. Y no, no hay alfombra roja,
ni aplauso amotinado, ni el brío de lo temporal
que valide la estela de hoy. Soy el niño
que tú chingabas; aquel que ahora te sabe
deconstruir a placer. Y mis puños pesan. Soy el niño,
que ya no es; aquel que se hizo león en el monte, aquel ungido por azarosa saliva, aquel cuya mente es receptividad sin tregua. Soy aquel que ya no es niño. 
Soy solo un hombre. Y sí,
ella,
ella es mi mujer.


martes, 22 de enero de 2013

Se fueron. Y seguimos.




Esta es para ustedes, culeros;
los que no regresaron.

Y va porque va, compas,
porque
tuve que abrazar el cuerpo entumido de sus madres,
temer el abismo terrenal de sus ojos, ya
sin flama, ni nada que ver
con el curso del mundo. 
Tuve que sostenerles la mano
fría. Y quise
suavizar el gesto congelado en sus caras
-el botox y el trauma maternos-,
porque los extrañan, a ustedes
culeros. Pasar frente al féretro
y no dar crédito
de que aún parecían burlarse con el sarcasmo habitual, y encontrar más
ternura en sus caras del que los supe capaces. Casi demasiado, era. Incrédulo
 ante su semblante final, sin querer admitir
que el opio fuese capaz
de eso: dejarlos
sin chiste. A ti
y a tu linda novia. Como la frase de remate
de una broma pesada; y el tarolazo que nunca llega.

Me vi obligado a
explicar, por mi propia angustia, más
que por alguna suerte de verdad
lo que tantas religiones dicen
sobre la muerte, elaborando
el bardo thodol torno a la luz
 fluorescente de un hospital, y las sirenas
de las patrullas reflejadas en, en,
en las vías del tren ligero. Y tú, tú
tus últimas palabras
tatuadas en mi médula, culero;
los huesos de este que sigue aquí, más por suerte
que por virtud, o talento, acaso,
lo admito. Y tú, tú, tus últimas palabras:
“ahora que quiero,
ya no puedo”,
me dijiste, culero, y aún
te escucho, carnal. Tu voz de nuevo la de un niño,
drenada por el bicho. Sí,
ese bicho que conozco bajo la piel. Ese mismo. Tuve
que recordar tu vitalidad, culero, solo
meses atrás, bailando en la sala.
Esas de Guns, esas que nos gustaban, esas que coreabas
cuando nadie creía en mi guitarra.
Y gritabas incongruencias, las de siempre;
saltando dos metáforas para entenderte. Pero, ya no tenía la paciencia,
para jugar a oráculo de dionisio. Albureando
A mi chica, a pesar de mi
irritación. Ya no
era el chamaco esperando
que pusieras el papel en la mesa,
para esconderme las tres
en el hueco bajo el pulgar.
Y mejor darle a la aguja. Aunque siempre
me dijiste que con las agujas no, que
para ser macizos, hay que ponerse verga. Mientras ahora,
ya ni agua
podías tomar. Y mojaban tus labios
con una esponja, y con piedad.



Tú:
Renuncié a tu palabra, culero;
no era posible
que hubieses jurado no más. No de a verdad. Olvidamos ambos
que yo también he estado
en ese estado. Y que tampoco
podrías creerme ni una sola sílaba. Ni una sola excusa, ni
un solo cuento mágico de mi nueva vida, o mis tantos
sueños, y mis ganas de vivir y
la chingada, ni una sola
de mis torpes tretas
para talonear a quien se pusiera enfrente. Pesos y más pesos;
el peso de una dosis más; y el hambre.
(Con razón veía películas de vampiros, cada que podía. Como tú
Las de narcos.)
Por una dosis más. Una más
y taloneaste
hasta a tu jefecita, hasta
dejarla sin un solo billete . No,
no tienes madre, culero. Y sé que te duele, culero. Y quisiera que no, culero.
Pero conozco el bicho. ¿qué puedo yo
decirte? Ahora que te imagino, porque te he
visto: con una automática bajo la almohada, y tus sueños de realpolitik y
5 gramos de soda en la mesa; la quijada trabada, la mirada
pegada a los monitores de seguridad,
desde tu cama, con
 esa pendeja. Pero solo ella te aguanta, culero.
Porque anda igual de panque. Y así es esto.
No es reclamo; no soy quién, para enjuiciar
a un compa, culero. Pero te he extrañado
hasta cuando te veo, carnal.

Y los he escuchado hablar
de lo mismo
como si la prepa nunca hubiese terminado, como si
la palabra amor corrigiese todos
los males del mundo, como si el ácido fuese la democracia
espiritual, como si las tachas salvarán el kundalini
planetario, como si hubiesen llegado
a algún lugar recóndito de la mente, como si Maria Sabina fuese la virgen que les habla, como si sus vidas no fueran un sitcom cualquiera, como si fueran más especiales que el malvavisco en el cereal, como si fuese novedad
la estupidez, como si repetirse fuese
gracia, como si el ingenio de otros que crees que es tuyo te pudiese salvar de algo,
de ti, culero. De tu mano
sobre la pipa o el encendedor cuando no está
metida en tu pastillero chic.

Tú:
con la cabeza ensangrentada, debajo
del puesto de tacos, balbuceando
Tras otra madriza
 por defender tus tenis
y tu dosis, por otra empolvada noche en el parque. Y toparte
vendiendo el periódico en una esquina,
a sabiendas de que seguro aún
juegas ajedrez como nadie, culero.
O tú, culero, que de nuevo
vas a casa de tu madre, la que te hace creer
que eres un pequeño Zeus,
a pesar de que golpeas a tu mujer. Y amenazas
con colgarte del poste de luz
con las sábanas de tu hijo. Pero él ya creció.



O tú, culero,
culero como yo,
yo como tú, culero, he visto
las nubes bailar, y soñado
sin soñar en estar más
y más hasta atrás, más acá que el más acá. Esnifear el ojo de la deidad hecho vidrio sobre el cristal. En el limbo, entre el olvido
y alguna errática genialidad casi eléctrica.
Otro descubrimiento fugaz; de esos que suenan tan bien
de momento, y luego nada. Procurar las alas del dragón,
al fondo de la jeringa. Conjurar el filo
de la lucidez entre el tintineo de los hielos. También yo, culero,
yo culero
he adorado lo inmediato,
para llorarle a una nostalgia que ni quiero
pero cala.

Tú:
Con tus dientes rechinando
apuntando una 45 a mi cara, mientras ella llora
como niña, siendo ya una mujer
adulta, temerosa, brillante.

Tú:
que no sales de tu cuarto y todo huele a orina de perro, y mota
gourmet de revista;
y juegas x-box día y noche
como si fuese posible
ya ni ser de aquí, culero.

Tú:
que veías ovnis
y hacías llorar a tus hijos
cada que el thinner
te asistía en borrar
el paso del tiempo, culero.

Tú:
aún te ríes de los mismos chistes, te inventas padecimientos
con tal de no soltar
una sola neta,
porque ya ni la conoces, culero. Y eso que es
tu neta, culero.

Tú:
con tus miles de años sobrio
y tus consejos que nadie pidió, santurrón.

Tú:
Que te llevaba tus pastillas
de la enfermería hasta tu cuarto, culero.
El día que se me olvidaron
hablabas con la tv
y me sacudías, desesperado
preguntando por tu hija que era la hija del sol la hija de tu doble que eres tú cuando las naves no te dotaban de metanfetamina astral.

Tú:
20 anexos,
carne de cañón, culero.

Tú:
Aún hablas
como si sostuvieras una lata
en la mano,
a pesar de los años sin quemar.

Tú:
que encontraste a dios,
y pareciese que éste te violó a placer.

Tú:
que respiras hondo
cuando regresan las visiones.

Tú:
te vi en cana, ¿te acuerdas?
Aprendiendo a reír de nuevo. Aunque esos años dentro
también te dejasen chimuelo.

Esta es para ustedes, culeros. Ustedes
los que se fueron. Y por
nosotros, los que quedamos.
Una pizca de chiva al aire, un sorbo de caguama a la banqueta, otra bocanada
de humo por la ventana, una piedra arrojada hacia los dientes descalcificados del Goliat. Otro día sin morir, compaas, otra noche
 sin dormir, compas. Salud, compas,
 salud.