jueves, 22 de diciembre de 2011

3 libros


Ayer el Independiente de Hidalgo publicó una nota sobre las lecturas que han influenciado a algunos escritores, etc.  Aquí dejo mi aportación original...


Conste que hubiese preferido que la lista incluyese series animadas de televisión y mis números favoritos de las pornohistorietas Almas Perversas. Pregunté al respecto y especificaron "libros libros". Advierto, además, que leer estos libros no me ha necesariamente convertido en mejor (o peor) persona , ni nada de esas virtudes que prometen algunos intelectualoides territoriales en su afán santurrón; la lectura ha sido, en el mejor de los casos un placer perverso..

1. Recuerdo cuando aun niño me propuse leer 1984 de George Orwell. No podía soltar el libro por la intriga que me jalaba en cada página. Pero sobre todo, recuerdo que pasé dos días en una hamaca, después, solo dando vueltas en mi cabeza a lo que había pasado; perturbado por esa noción de que no había salida, no realmente. Pero, ahora que lo pienso no estoy seguro si disfruté o padecí dicho libro. O si disfruté de padecer la paranoia a través del libro. (Agregar: Survivor de Chuck Pahlaniuk, El malestar en la cultura de Sigmund Freud, y tabloides como el Insólito).

2. Después tendría que mencionar los libros de Henry Miller, en especial Primavera Negra. El torrente de gloria ordinaria y erotismo y reflexión rigurosa, deleitable y mundana, es un agasajo. Me quedó la impresión de una escena donde Miller describe mear de noche en una fuente en una plaza en París, y una mujer lo mira desde un balcón. La vitalidad que recorre su narración ha enriquecido notablemente la calidad de mi experiencia personal al mear al aire libre (Agregar: Historia del ojo de Georges Bataille, Banda de Guignol de Celine, y mucho porno en internet).

3. El tercero siempre es el más difícil de mencionar, porque vienen tantos otros libros mejores a la mente que ya hasta tengo ganas de borrar los dos anteriores. La primera vez que leí Sex, Drugs and Cocoa Puffs de Chuck Klosterman me sentí con el permiso de debrayar sobre cualquier tema. Un cruce de ácido barato, reflexión filosófica sobre la cultura y muchos chismes de estrellas de cine. Sus libros mejoran con el tiempo, Eating the Dinosaur es prueba de ello. (Agregar: episodios viejos de Salvados por la campana, los ensayos de David Foster Wallace, y las tetas de Pamela Anderson).
                         
                           

miércoles, 14 de diciembre de 2011

"Si este pueblo se organiza no nos gana Televisa"



Recién publicado en el M Semanal; este texto ha conducido a un amplio debate (más injurias que argumentos, pero algo es algo), y a una "amorosa" colección de insultos personales y demás... Si se lo perdió, aquí va:


La retórica es un campo minado. En pocos casos es esto tan evidente como en el de la propaganda electoral; ya con las campañas presidenciales para el 2012 encarriladas, al observar los argumentos es evidente que se asemejan más a aquellos postulados por organizaciones religiosas que a propuestas cívicas o de gobierno. Observamos cómo se perfila, otra vez, la tradicional retórica del “cambio”; en sintonía con las predicciones mayas sobre el 2012, los partidos presentan discursos con fórmulas de rescate ante un inminente “apocalipsis” y ofrecen, de nuevo, la promesa de un estado de emergencia (de excepción) de aquí a que desaparezca la amenaza. Lo paradójico es que presenten la esperanza de modo desesperado. Quizá, a estas alturas, la desesperanza sería un mejor punto de partida; es decir, un discurso que asuma estas amenazas (violencia, crimen organizado, deuda, corrupción, narcotráfico) como sistémicas e internas, y no provenientes de una extraña fuerza del mal, como se planteó el pasado dos de octubre, cuando en el Auditorio Nacional el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) se conformó como asociación civil en pos de lo que ellos mismos definen como “el cambio verdadero”. Tal discurso cuenta con el favor de muchas personas decentes y portadoras de buenas intenciones; sin embargo, esto no basta para lograr una mejoría en las condiciones de vida y el pleno respeto a los derechos de los ciudadanos. Al contrario: el discurso de Morena encajaría con lo que Jonah Goldberg denominó como “fascismo liberal”.
En las primeras décadas del siglo XX el fascismo se presentó originalmente como una ideología estatalista, cuya intención era utilizar la política para convertir una sociedad de individuos en una masa orgánica. Recordemos que Benito Mussolini inició su carrera política como un agitador socialista, y los nazis se conformaron como un partido nacionalista/socialista provisto de un acentuado repudio por la democracia burguesa y respaldado por ideales ecologistas, mitológicos y espirituales. Aun así, el fascismo fue inicialmente entendido como un movimiento social progresista y nacionalista: en su libro Liberal Fascism (Doubleday, 2008), Goldberg plantea que, antes de iniciar la Segunda Guerra Mundial, el fascismo era una doctrina aceptada por los liberales de izquierda en Occidente. Agrega, además, que el sentido peyorativo del término “fascista”, dirigido a la derecha, adoptó ese significado gracias a José Stalin, quien comenzó a usar el término para designar a sus enemigos.
LENGUAJE FASCISTA
Morena también ofrece “regenerar” a la nación con base en un compromiso colectivo, donde los individuos perderían su individualidad a cambio del bien común gracias a una particular identidad nacional, racial o cultural, y uniéndose alrededor de un enemigo común; de la misma forma el fascismo busca depurar los males que causarían la decadencia de la sociedad, ya sean en forma de ideas, personas, instituciones o empresas. Con base en estas políticas de identidad colectiva, y con la urgencia de “limpiar” o “rescatar” a la nación, este tipo de organizaciones buscan situarse más allá del debate público funcionando de manera similar a como lo hacen las sectas, donde el “otro” —el crítico, el escéptico, el disidente— siempre queda cancelado y silenciado por una interpretación del mismo como un enemigo bajo los cánones de la secta. Así, siendo tan obvia la bondad de su discurso, y sumado esto a la emergencia, sólo queda el llamado a la acción, pero no como alternativa sino como ultimátum.
Por algo la letra del himno de Morena —una versión de pop político-evangelista a la Juanes, con su video musical muy al estilo Telehit— dice así: “Vamos unidos a la faena por la regeneración total/ Morena/ La vida pública lograremos regenerar/ Morena/ El pueblo puede salvar al pueblo, ¡tengamos fe!”; de entrada, “el pueblo” figura como una masa demográficamente parcial cuya función es avocarse a purgar de sus imperfecciones al resto de la sociedad. Luego entra en juego la cuestión de la salvación, que conduce, inevitablemente, a la fe: en el caso de Morena se promete “re-ligarnos” con el buen camino a través de la salvación política gracias siempre a la conducción de un redentor o caudillo. La alusión a la fe en el himno remite al modo en que las sectas religiosas prometen resultados siempre diferidos, nunca palpables en el presente, que sin embargo requieren de sacrificios y de esfuerzos por parte de una colectividad que rebasa al individuo, mismo que se pierde en la masa.
Los casos más explícitos de este discurso público generan lo que se conoce como políticas de sentido, por las que los partidos que las sustentan ofrecen gratuitamente un sentido de vida a sus seguidores. Tal como los infomerciales, dan consejos que nadie pide; este modo de prescribir una espiritualidad federal es parte fundamental del fascismo: una religión del Estado, o hacer del Estado una religión. Pero el Estado no tiene porque darle sentido a la vida de un individuo; tiene el deber, más bien, de legislar apropiadamente las instituciones encargadas de salvaguardar las libertades individuales, por las que cada individuo sería responsable por el sentido que le otorga a su propia vida, sin requerir de un Estado paternalista que lo infantilice.
“CREDO” DE LA REPÚBLICA AMOROSA
Andrés Manuel López Obrador (AMLO) propuso las bases de su proyecto “Fundamentos para una república amorosa” en La Jornada el pasado seis de diciembre: “El amor. Como hemos sostenido, la crisis actual se debe no sólo a la falta de bienes materiales sino también por la pérdida de valores. De ahí que sea indispensable auspiciar una nueva corriente de pensamiento para alcanzar un ideal moral, cuyos preceptos exalten el amor a la familia, al prójimo, a la naturaleza y a la patria”. Pero ¿qué no son los ideales morales valores enteramente subjetivos? El problema con estos discursos moralistas es que subordinan los hechos a sus ideales, perdiendo de vista las mejorías requeridas para el buen funcionamiento del Estado a cambio del justificante de conceptos abstractos. Habrá que preguntarse si AMLO realmente cree en su discurso, o si éste es meramente un esfuerzo de marketing para lograr su objetivo inmediato. Sería más respetable la segunda posibilidad, porque de ser esto genuinamente un credo o una convicción personal, develaría un tremendo menosprecio por los interlocutores ciudadanos: los individuos olvidados en esa amorfa masa orgánica a la cual llama “pueblo”.
El himno de Morena sigue así: “Raza de bronce, de piel morena, pueblo de México en general/ Si este pueblo se organiza no nos gana Televisa” (…) “Morena imagen. Guadalupana morena. Madre de la nación, protege la lucha mexicana, cuida las urnas en la elección”. Aparte de la apelación a una particular identidad racial y a la iconografía religiosa de la Virgen de Guadalupe, la trama es digna de una telenovela de Televisa de las que tanto reniegan: una batalla entre buenos y malos empecinada en reducir la complejidad de los factores a un simplismo brutal. Para saber quiénes son los buenos y quienes los malhechores, basta con mirar su Eje del mal, una lista de 30 personas influyentes en México que designan como La Mafia, causantes, según la amorosa Morena, de todos los males.


No se olvida que en un país como éste, con monopolios mediáticos, cabe considerarse seriamente el rol de los medios en la construcción de la democracia; tanto como resulta crucial reexaminar los modelos de mercado que hoy en día operan parasitariamente. Pero, paradójicamente, sólo es posible asumir este reto sin idilios caudillistas megalómanos ni utopías, sino con una postura más analítica y menos reactiva. A pesar de tanto sospechosismo en el discurso de Morena, me pregunto por qué a sus miembros no les parecen también sospechosas sus convicciones: se erigen como poseedores de la verdad y, tras haber descubierto el hilo negro, están dispuestos a desengañarnos de las maniobras de las televisoras, de las empresas, de los poderes fácticos o de cualquier político que no sea el suyo en una tremendamente organizada conspiración que los ataca por ser buenos, y donde cualquier crítica no es crítica sino parte del complot. A los fieles de Morena no parece quedarles otra sentencia que aquella que dictó Jacques Lacan a los estudiantes que protestaban en 1968 en Francia: “Quieren nuevos amos, y ¡Los tendrán!”.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Arqueología del choro

Un pedazo de la Arqueología de la Falacia.  Aquí va el primero: Argumentum ad hominem...



Discutir sin llegar a mentadas de madre, golpes o el cultivo de resentimientos es un arte. Uno para el cual aún me considero un amateur. Por ello, muchas veces encuentro preferible –más bien, no puedo evitar- cantinflear o cambiar el tema. La lógica tiene sus límites, claro; mucho de lo que vivimos, ya sea por su vitalidad o infinita complejidad, no cabe dentro de sus bordes racionales. Pero la información que a diario ingerimos puede resumirse en silogismos; es decir, en modos de argumentar. Cláusulas que sumadas derivan en conclusiones. Algunos argumentos son válidos y otros sencillamente no. Punto. Sin embargo, hay muchos argumentos que aunque parecen válidos, no lo son.

Quise aprovechar este espacio para hacer un repaso de las formas de un argumento. Además, a menudo pienso que de las pocas cosas relativamente subversivas que aún pueden establecerse institucionalmente (que no involucren carnavales con orgías mágicas y/o movimientos musicales/hacker armados), sería la de promover cursos básicos de lógica. No me refiero únicamente a teorías de conjuntos y la suma de verdades y falsedades, sino más bien al estudio de las falacias; es decir, argumentos que llegan a conclusiones erradas o cuyo modo de llegar a dichas conclusiones está truqueado. Me parece particularmente propicio dado que al estudiar los modos errados de argumentar se despojan, en el mejor de los casos, muchas sobras de distorsiones cognitivas (exageración, superstición, foreverismo etc.). Esto podría resultar en información mejor formulada y más atinada. Comoquiera, y asumiendo las tantas multi-buti-distorsiones que habrá de mi parte, aquí va la primera modalidad de falacia:

Argumentum ad hominem. También conocido como “Argumento contra el hombre”, (o bien: “acabas de hacer de esto algo personal, ojete”). Esta falacia se dedica a tratar de invalidar un argumento por medio de atacar al autor o emisor del mismo. La idea es derrocar sus argumentos poniendo en juego su reputación. Los medios son muy aptos para esto, casi tanto como los despotriques de tocador. Es un ataque a la persona sin tocar el argumento, vamos. Por ejemplo, supongamos que tú opinas que Paco Stanley no era tan chistoso, a lo cual alguien te responde, “claro, tú dirías eso porque no te gusta la coca”. El que ingieras o no perico no basta para determinar si un comediante tiene o carece de gracia. Aunque la situación como tal puede resultar cómica. El problema es que ya estamos hablando de tu hipotético consumo de cocaína y no de las aptitudes como cómico de Paco Stanley (y eso era importante, ¿no?).


Visto como un silogismo se vería así:


  • -Tú: Paco Stanley no es un buen comediante.

  • -El otro wey: Tú opinas eso porque no te metes coca.

  • -Conclusión: Paco Stanley sí es un buen comediante.

    La formula sería:

  • -Sujeto A opina X.

    -Sujeto B opina que Sujeto A es inadecuado.

  • -Por ende X es falso.


  • La falacia consiste en que sacar un dato irrelevante sobre quien argumenta, no es evidencia suficiente de que su argumento es falso.

    Otro ejemplo del argumentum ad hominem es el uso del escándalo sexual para quebrantar la credibilidad de alguien, y así, por añadidura, tronar sus argumentos. Pienso, por ejemplo en el caso de Anthony Weiner, un diputado del noveno distrito en Nueva York, quien por parte del partido demócrata se postulaba para la alcaldía de la ciudad en las siguientes elecciones del 2013. Es probable que dado sus méritos y trayectoria, Weiner hubiese ganado la contienda. PERO el 27 de mayo, 2011, se le armó un lío por enviar una imagen de su miembro (pene) a una mujer (adulta) vía un mensaje (personal) en Twitter. Tony Weiner lo negó públicamente durante unos días, para luego retractarse y declarar que “intercambió mensajes y fotos de naturaleza explícita con seis mujeres en los últimos 3 años”. Ya la foto circulando por la red, ¿qué le quedaba?


    El argumento se vería algo así:


  • -Yo sería un buen alcalde.


  • -Tú le enseñaste un retrato de tu pene a una mujer (quien parecía coquetear contigo vía mensajes privados en Twitter).


  • -Por ende no serías un buen alcalde.

  • Ahora, haciendo a un lado la ironía de que el tipo se apellida Weiner, que suena igual que wiener, es decir “salchicha” en inglés coloquial, y en alemán aludiendo a la salchicha vienesa. Y no es que no exista una relación, prácticamente freudiana, entre su apellido y su sintomático caso. Comoquiera, de Weiner solo se sabe que enviaba fotos de su paquete y eso bastó para obligarle a renunciar. Habiendo tantos políticos (y curas) de los cuales se tiene amplia evidencia de abusos, y nada, siguen en sus puestos, esto resulta curioso. ¿Cuáles serán los motivos para que esto sea así? Es como si a través de tales actos de impunidad reafirman su poder ante el imaginario de una nación; como si mostrando cuan astutos son comprobaran merecer sus privilegios. El único problema con Weiner es que no mostró tener esta impunidad. Sea cual sea el caso, no se puede determinar si Weiner hubiese sido o no un buen alcalde por sus hábitos de sexting. No obstante, se destituyó su campaña y sus propuestas en base a un ataque personal. Argumentum ad hominem.